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Un maestro “Makarenko” cuenta su historia

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“Pensábamos equivocadamente que el socialismo era lo mejor que nos había pasado en la vida”

jueves, octubre 22, 2015 |  |  1 Comentario comment count

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Instituto Pedagógico Anton Makarenko, en La Habana. La imagen es de 1965 (foto tomada de internet)
Instituto Pedagógico Anton Makarenko, en La Habana. La imagen es de 1965 (foto tomada de internet)
LA HABANA, Cuba – Hace poco, mientras esperaba un ómnibus en la parada de Tercera y 26, en Miramar, conocí a un profesor de 68 años, quien me contó una anécdota que quiero compartir.
El hombre dijo sentir nostalgia por su época de estudiante, cuando siendo casi un niño lo seleccionaron en su lejano Banes, Holguín, junto a 29 muchachos más, para estudiar en una escuela de formación comunista.
“La escuela era una antigua mansión de gente adinerada, sus dueños habían emigrado para Estados Unidos en 1959. Nos trajeron a La Habana por orden de Fidel, a prepararnos en ‘tareas revolucionarias’.  Teníamos entre 10 y 12 años y gozábamos de privilegios que hoy son imposibles imaginar. Había un equipo de personas en la escuela que nos atendía como si fuéramos sus hijos: comíamos según nuestros pedidos, nos lavaban la ropa, un ómnibus nos sacaba a pasear los domingos, a la playa, al Coney Island, al zoológico, al acuario, en las vacaciones nos llevaban a nuestros hogares y luego nos traían. Éramos ‘los niños lindos’ del Comandante en Jefe”.
¿Qué querías estudiar?
“Mi sueño era ser piloto de guerra. Lo hubiera conseguido sin ningún problema, pero mi madre no quiso, y mi vida cambió por completo. Finalmente estudié la más difícil de todas las carreras en Cuba: magisterio. Fue en la escuela “Los Makarenko”seguidores del pedagogo ruso. Se trata de un oficio que he desempeñado toda mi vida. Y en cuarenta y seis años frente a alumnos he visto involucionar la educación hasta llegar al caos que es hoy¨.
Cuéntame sobre esa involución
“En cuarenta y seis años de ejercicio he conocido todo tipo de alumnos, de padres, de profesores, de directores de escuela. Puedo asegurar que la educación actual nada tiene que ver con las ideas de enseñanza que nos inculcaron en la escuela ‘Makarenko’.  Mi último centro laboral fue en un politécnico de Ciego de Ávila, en un sitio de la costa llamado ‘Pesquería’, donde fui testigo del peor desplome moral que puede existir en una escuela pública”.
Continúa su relato el profesor: “Te voy a citar un solo ejemplo. En los exámenes finales del año pasado, de mi clase desaprobaron 24 alumnos de 31. Por tal motivo fui analizado en la dirección del centro, que no aceptaba tan bajo índice. Luego en las revalorizaciones salieron a flote solo cinco y volvieron a llamarme a la oficina del director, por los pobres resultados de mi grupo. Me salvó que, en cada repaso, había hecho firmar un documento a cada alumno, donde reflejaba las horas de estudio y los contenidos impartidos. Si desaprobaban era por lagunas de conocimientos que traían de otros cursos. Mi máxima siempre ha sido que jamás voy a aprobar a un alumno si no lo obtiene por esfuerzo propio¨.
¿Qué sucedió después?
“En el extraordinario desaprobaron 15 de los 19 examinados. El director me dijo ‘contigo no hay arreglo; puedes irte de vacaciones que nosotros nos encargamos’. Le dije que si uno solo  de los estudiantes desaprobados aparecía con otra nota a mi regreso, los iba a denunciar en el ministerio, por fraude. Eso irritó tanto al director que me calificó de ‘conflictivo’ y comenzó contra mí una cacería de brujas. Pero se toparon con un tipo duro, un ‘Makarenko’”.
“Conocía de los robos de la comida destinada a los alumnos por parte del director, un joven al que apodaban ‘El Gato con Botas’ porque sus fechorías siempre las realizaba de noche. Sabía de la venta de colchones, de sábanas, frazadas, botas, que nunca llegaban a los alumnos; pero sobre todo de las ventas de notas, el peor mal que puede padecer un centro docente. Hice un documento de denuncia y lo entregué en la dirección. Advertí que lo haría público en caso que algún desaprobado apareciera con buenas notas. A mi regreso de las vacaciones me tenían listo el traslado para una escuela de la capital. Lo acepté porque de verdad estaba cansado de luchar contra lo imposible. ‘El Gato con Botas’ resultó un intocable, militante del partido, respaldado por el Municipio y la Provincia”, confiesa el viejo profesor.
Me señala con nostalgia la esquina de Quinta Avenida y Calle 26, su antigua escuela de los años sesenta, hoy convertida en la embajada de la República Bolivariana de Venezuela, presidida por una foto de Hugo Chávez y un lema: “Nuestro mejor amigo”.
“En aquellos años se luchaba por construir un país. Hoy muchos se esfuerzan en destruirlo”, dice el hombre.
Me presento como periodista y le pregunto si puedo publicar su historia. Me contesta que sí, pero que no quiere fotografías ni que su nombre aparezca. “No es por miedo, es que me quedan algunos años todavía lidiando con ‘Gatos con botas’ y la soga siempre se rompe por el lado más débil”.
¿Cuánto de diferente hubiera resultado tu vida, si llegas a cumplir tu sueño de piloto de guerra?
“Mucho. Tal vez ahora fuera general. O quizás hubiera muerto en combate. Lo único cierto es que me tocó la más difícil de todas las carreras en Cuba: educación. De los maestros ‘Makarenko’ quedamos pocos. A veces me encuentro alguno por ahí y siempre terminamos rememorando aquellos años de la escuela: el lujo de la casona, los cristales en los baños, el piso de granito, las visitas de Fidel para comprobar cómo iba nuestra preparación de futuros comunistas, la esmerada atención y la calidad de las clases; pero sobre todo los paseos al zoológico y al Coney Island, cuando pensábamos equivocadamente que el socialismo era lo mejor que nos había pasado en la vida”.
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ACERCA DEL AUTOR

Frank Correa
Frank Correa

Frank Correa, Guantánamo, 1963. Narrador, poeta y periodista independiente. Ha ganado los concursos de cuento Regino E. Boti, Ernest Hemingway y Tomás Savigñón, todos en 1991. Ha publicado el libro de cuentos La elección beilycorrea@yahoo.es

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