Este 20 de octubre se celebró sin desagravios y con el compromiso de mantenerlo todo bajo la hegemonía del Partido único
viernes, octubre 23, 2015 | Jorge Olivera Castillo | 0 Comentarios

Este 20 de octubre se celebró otro Día de la Cultura Cubana sin desagravios y con el compromiso de mantenerlo todo bajo la hegemonía del Partido único. Fue una fiesta de la continuidad. Un mentís para los que sueñan con un país normal donde el arte y la literatura dejen de estar en la mirilla de los cazadores de mensajes subversivos.
Es una pena que el legado de la cantante Celia Cruz y las novelas de Reinaldo Arenas continúen ausentes de la historiografía cultural del país. Ambos yacen sepultados en Nueva York. Tuvieron que irse por no aceptar las coyundas de las unanimidades, la libreta de racionamiento y las monsergas llenas de odio y promesas vacías.
En esos dominios de la sinrazón aparecen con asteriscos y en mayúsculas otros nombres y obras que no cumplen con los estándares que se aprobaron, hace mucho tiempo, por un equipo de verdugos disfrazados de humanistas.
Entre los nuevos integrantes de esa nómina, que por fortuna ni se ha muerto de un susto o de tristeza y que permanece en La Habana a merced de nuevos castigos, está el dramaturgo y cineasta Juan Carlos Cremata. La disolución de su compañía teatral puede que sea apenas el comienzo de algo peor.
No sería ni el primero ni el último en padecer la ira de los funcionarios de la cultura oficial, por supuestos excesos que rebasaron la frontera del arte para caer en “provocaciones contrarrevolucionarias”. Sin la facultad para ejercer su profesión es probable que en un futuro cercano tenga que buscar empleo en otras latitudes.
Quizás ahí radique el propósito de los expertos en trabas y prohibiciones del Departamento Ideológico del Comité Central (DOR), los gerifaltes de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y los caciques del Ministerio de Cultura (MINCULT).
Cremata tiene para escoger tres derroteros, según su nivel de resistencia frente a una implacable maquinaria de terror. La rebeldía dentro de los predios del estalinismo tropical se paga con el ‘insilio’, la cárcel o el exilio.
Desde la década del 60 del siglo pasado, decenas de artistas, escritores e intelectuales han soportado esas experiencias. Pocos han elegido el desafío frontal contra los opresores. Razones tienen. Los costos son bien altos. La heroicidad podría desembocar en una tragedia.
A modo de ejemplo basta citar a la artista de la plástica Tania Bruguera, atacada en varias ocasiones por las brigadas de respuestas rápida, amenazada, detenida y con el pasaporte embargado por sus intentos de expresar su arte libremente. Después de un calvario que se prolongó por varios meses, pudo salir al exterior a cumplir tareas profesionales. ¿La dejarán regresar?
Por último, está el caso del grafitero, Danilo Maldonado, que estuvo cerca de un año tras las rejas, sin juicio, por un performance, que no llegó a realizar.
En este ambiente transcurrió el Día Nacional de la Cultura Cubana. Un homenaje a la irracionalidad. Otro guiño a la barbarie.
ACERCA DEL AUTOR

Jorge Olivera Castillo. Ciudad de la Habana, 1961. Periodista, escritor, poeta y editor de televisión. Durante 10 años trabajó como editor en la televisión cubana (1983-1993). A partir de 1993 comienza su labor en las filas de la disidencia hasta hoy. De 1993 a 1995 como secretario de divulgación y propaganda del sindicato independiente Confederación de Trabajadores Democráticos de Cuba (CTDC). A partir de 1995 labora como periodista independiente. Fue director de la agencia de prensa independiente Habana Press, de 1999 hasta el 2003. El Instituto Lech Walesa publicó en 2010 su libro de poemas Cenizas alumbradas en edición bilingüe (polaco-español). También en el 2010 la editorial Galén, publica en edición bilingüe (francés y español), su libro de poemas En cuerpo y alma, editado en el 2008 por el Pen Club checo.
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