
Si bien aclara: “no todos podemos entrar a estos pequeños paraísos”, reconoce que gran parte de la población los observa con recelo, aunque inmediatamente argumente que “la lógica de la economía prometa que, en medio de un escenario creativo y pujante, triunfe el progreso general”.
El optimismo de la muchacha no tiene límites. Es, parafraseando aquel título del marxista francés Garaudy, “…de un irrealismo sin riberas”.
Es entretenido leer las piruetas que aplica para dejar caer algunas verdades sin pecar de pesimista.
Hay un detalle que la muchacha pasa por alto, o no recuerda: el caso es que todos estos locales renovados, existían normalmente ya en la Cuba de 1959, y fueron victoriosamente demolidos por el proceso, cuando se cantaba aquello de “la era está pariendo un corazón…”.
Entonces, se nos machacó hasta la saciedad que la destrucción de aquel orden social, consecuencia de 57 años de aquella República era la tarea histórica o histérica que debíamos cumplir sin excusa ni pretextos.
Me permitiré recordarle a Susanita que bajo el fragor de aquella contienda, un refresco de botella valía cinco centavos, una caja de cigarros a lo sumo veinte, y una pizza napolitana un peso y veinte centavos. La entrada al cine no pasaba de cuarenta, la guagua un nickel –cinco centavos- y una botella de aguardiente sin adulterar nueve pesos sesenta centavos. Los buenos libros salían casi regalados, la pelota, magnífica, era absolutamente gratis.
Me encantaría que la aplicada colega explicase cómo fue que sin guerras ni catástrofes naturales, pudimos transitar de entonces al presente. No incluyo al embargo, porque este era consecuencia de la guerra declarada a USA desde la misma Sierra Maestra.
En realidad, lo único que permanece invariable desde entonces es el apellido de nuestros invencibles gobernantes.
Respecto a los promotores independientes de espectáculos, Susana Gómez puede acercarse a su colega Reynaldo Taladrid, quien podrá contarle acerca de su tío político Martin Fox, quien en pocos años pasó de banquero de bolita en Ciego de Ávila a dueño del fabuloso Cabaret Tropicana. Felicidad que le duró hasta que “llegó el Comandante y…”
Sin embargo, tiene razón ella al señalar que “no deben ser preocupación los nuevos sitios, sino la carencia de ellos”. Al fin y al cabo, los jóvenes tienen perfecto derecho a no sufrir indefinidamente la heroicidad ajena.
Para Cuba actualidad: rhur46@yahoo.com
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